Me cercioré aquella noche,
zapateaban tu blusa mis graves manos,
desenmascarando libertades indómitas,
en ondanadas de asesinos a sueldo.
Congelé mis pasivos financieros,
recordaba claves que no desvelaban nada.
Y surqué una a una las cantinas,
esperando a que tu rostro me asaltara.
Volvieron las tardes grises a erizar tu cabello,
rezuman el humo sangriento de años pasados.
Cansado,resuelvo con el desanimo fijo en mis huesos,
las incógnitas entreveradas de posibles amores y certeros fracasos.
Ya no calman los versos de Hernández mis resuellos,
ni Neruda mis sentimientos encontrados.
Mi poesía,ajusticiada por viejas dudas y nuevos retos,
lucha contra si misma,en una guerra de rimas y versos.
Se me escapa la luz de sol escribiendo,
y no recuerdo el momento en que miré por última vez la hora.
Me recibe Selene con ansia de abrirme el portón de su reino,
mi mente se siente extasiada,creo que muero en silencio.
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