El aire roza las paredes de mis ojos,
vidriosos de esperar vendavales,
que acabasen con el montón de despojos,
en que se convirtió mi esperanza de poseerte entre rosales.
Y dormías acurrucada entre mis brazos,
sorteábamos montañas subterráneas.
Retorcíamos el gesto y nos besábamos,
exigiéndonos piruetas espontáneas.
No falseábamos las cuentas del amor,
ni desviaban nuestros fondos de cariño.
En Suiza ignoraban nuestra riqueza en tesón,
aquel que derrochábamos en cada tramo de camino.
Cada mes de Abril nos invadía el calor,
en su mitad exigíamos en la bandera el color del vino tinto.
Mientras las calles recibían de nosotros dignidad y expectación,
retazos de una república que renacía en cada hombre,en cada niño.
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