Mi corazón de espantapájaros se deshace por momentos,
revolviendo las pupilas alojadas en mis manos.
Como una lluvia de cántaros,cantada por Pablo Guerrero,
que riegan las alamedas por las que nos alejamos.
De pronto,calma que suscita un verso de Rodolfo Serrano,
tocado y cantado en las manos y voz de su hijo.
Mientras,se apoderan lentamente del viento mis brazos,
que mecen las mentiras que un día dije y hoy repito.
Y levantarme un día más sabiéndome dichoso,
fiel reflejo del esfuerzo que se incrementa en cada estrofa.
Desinfectando las agujas con las que hoy de nuevo coso,
la cicatriz de mi hombro que vive bajo de mi ropa.
Violento abrazo de miedo surgido de la nada,
ahogas mis letras,hiriendo mis palabras.
Tornado hechizado de la humedad del sureste ibérico,
que bañan las playas de un Mediterráneo,ahora semidesértico.
Cómo cantar sin motivos las canciones
o emigrar desde el campo a la ciudad,
si ando buscando extirpar del fascista las razones,
que les hacen capaces de odiar y masacrar.
Aunque me mantengo firme en mis convicciones,
reuniendo las armas para la tranquilidad,
que se hace difícil a la vista de las traiciones,
llevadas a cabo por lo gobernantes que nos han de gobernar.
Mas es posible que estos dedos no cabalguen,
y se ahoguen en inviernos calurosos,en fin,naufraguen.
Puede ser que mis temores se disipen y divaguen,
en un resquemor de horizontes a merced del oleaje.
Siendo así no he de pensar en el futuro,
delinquir es el trabajo mejor remunerado en mi país.
Ciudadano que crítico,divisa un porvenir oscuro,
que comienza a erigir su puño y a recordar el mayo de Madrid.
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