Baldías escaleras,
de baldas atropelladas.
Palabras vacías,de bocas calladas.
Sonrisas primeras,de tristes palmeras.
El picudo que espanta,
con su atronador chirrído,
clama con su cuerpo henchido,
que por su palmera campa.
Desde Palestina a A Coruña,
desde el Algarve a Israel,
ataca con precisión felina,
destruye del dátil la miel.
De las palmeras de ibéria,
toman posesión los plaguicidas,
en una lucha suicida,
presos de muerte e histéria.
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