No tenia ningunas ganas,
que llegara aquella mañana,
donde bailaba la amargura con mi llanto,
e iba a pique un barco encenagado.
Calma sosegada la que pide libertades
y fleta amaneceres de saliva.
Porque continúo buscando la salida,
de este laberinto de espejos que son tus ojos.
Pintar los amaneceres de canela,
y los anocheceres de azafrán.
Vestir a los ninots con mis ropajes,
y quemarme a mi en su lugar.
Rotulad los desengaños con mi nombre,
y palpad la ceguera de las dictaduras,
pues no pongo puertas al campo de tus dedos,
ni pongo ataduras a las manos de los hombres.
Pido humildemente que esta pira arda con mis huesos,
y maneje un mechero de arcoiris abotargados.
Dado que busco un suicidio asistido,
que cambien las leyes de todos los estados.
Permaneced atentos a mis designios sobrenaturales,
pues haré que lluevan sinsabores y alegrías.
Haré también qué caigan las dictaduras democráticas,
aquellas que se extienden de mi boca a las puertas de los bares.
Y Cerdeña-Piamonte será el recuerdo de negros platos,
puestos en mesas desmesuradas de manjares,
que ya no tienen aliados monetarios,
ni socios castizos en canales de televisión.
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