Que el mundo sea un espejismo que recuperar,
una pasión turca,un bar de copas,una revolución por empezar.
Que cada vez que te vea vuelva la sensación que tuve,
al firmar por triplicado,la escritura de una nube.
Encontrarte en cualquier parte,en la cocina,en el desván,
para estampar mi rúbrica en tu boca,en la esquina del zaguán.
Perseguirte hasta tus ojos,desnudar la sensatez,
sentir como cae la ropa,como cala la embriaguez.
Ver la luz atravesando la finura del cristal,
son las diez de la mañana y creo que hemos de empezar,
a pensar en recogernos,a escapar,así sin más,
dejar que ardan las aceras y beber bálsamo de fierabrás.
Y es ya con las luces de la noche,cuando el cuerpo se vuelve a encender,
vuelve a suicidarse la ropa,vuelve el castigo del querer.
Solo la esperanza queda de que este ritual no acabe nunca,
el dulce despertar diario,por el que el amor nos exculpa.
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